lunes, 19 de marzo de 2012

Dia D – Good Bye, Israel


Ofer Laszewicki

Todo lo bueno, lamentablemente, llega a su fin. Que se le va a hacer. Ahora mismo, estamos sumergidos en un estado de ánimo indefinido. Acabamos de cruzar los incontables controles de seguridad del Aeropuerto de Ben Gurion –si, esto no es “can pisha”- y estamos sentados esperando la llegada de nuestro avión destino Zurich. Vaya, que es el típico día de buses, trenes, aeropuertos, colas, controles, siestas, chocolate suizo y buenas dosis de paciencia.

Sobre este país, poco me queda por decir que no sepáis (si habéis cumplido con vuestro deber diblastil, por supuesto). Nos vamos cargados de anécdotas, hemos conocido tanta gente que no podremos ni recordar sus nombres, nos hemos movido con nuestra pedazo de mochila por todos lados, hemos conducido por el medio del desierto y las preciosas montañas del norte y, sobre todo, sentimos que hemos cumplido nuestros objetivos preestablecidos: conocer a fondo Israel y tratar de poner en práctica, en la medida de lo posible, nuestro modesta pasión por el oficio periodístico. Siempre buscando historias que no suelen aparecer en los grandes medios, mostrando que a pesar de lo que parece, hay gente que lucha hace mucho tiempo por acercar posiciones entre dos pueblos históricamente enfrentados.

Sinceramente, para mi esto no supone más que un principio. Este viaje me ha servido para conocer de primera mano todo lo bueno y, por supuesto, todo lo malo que ocurre aquí. Hemos conocido opiniones muy diversas sobre el conflicto: tanto árabes, como judíos o simplemente gente del exterior interesada en que se cuece por aquí. Y me ha encantado debatir, siempre desde el respeto a mis interlocutores. La sensación en que en dos meses solo me llevo un poco de cada lugar, cada paso que hemos dado nos ha servido para certificar las decenas de historias interesantes que dejamos atrás por falta de tiempo. Así que, siempre que nos sea posible, volveremos a acabar la faena.

Aparte de ello, prácticamente formamos parte de Tel Aviv. Nos lo conocemos cual palma de mi mano. Pffffffff, cuantas historias ocurridas....imposibles de citar. Eso si, lo que si os ofreceré, como último detalle de nuestra estancia, es nuestro ranking “top 5” de los mejores humus del país. Después de un deliberado consejo de sabios, lleno de debates interminables, momentos de tensión y puntos de vista radicalmente opuestos, Oliver y un servidor llegamos a un acuerdo de mínimos para establecer los mejores cinco lugares donde hemos disfrutado de tan preciado manjar. Y ahí va la lista, acompañada de una breve descripción:
  • 1-“Abu Dhabi”: Simplemente, por la constancia, las buenas vibraciones y, por supuesto el excelente humus que hemos comido por lo menos más de cinco veces. Ubicado en el corazón de Tel Aviv, sus encantadoras camareras y su reggea sonando hacen de Abu Dhabi el mejor sitio para disfrutar con tranquilidad de las diversas modalidades de humus. Con garbanzos, “Ful” (alubias), tahina, aceite de oliva, perejil y, si lo pides, huevo duro. Todo ello con pitas, pepinillos, olivas y guindillas aparte. Por si fuera poco, te ofrecen la “osefet”: una cucharada más por si te has quedado hambriento. Ah, y al final, un vasito de café turco para matar la faena. $ = 25 shekels (5 euros)
  • 2-“Said”: Lugar de peregrinación para todo fan del humus. En el corazón del bazar de la nórdica e histórica ciudad de Akko, a pies del Mediterranio, el restaurante “Said” se ha convertido en todo un mito. Por lo general, esperas mínimo quince minutos para acceder, ya que se amontonan árabes, judíos y turistas para probar su delicioso plato. Al grito de “Yala-yala...” te sientan en mesas compartidas, te preguntan que quieres, con otros gritos dan las ordenes al artista de la cocina y recibes al instante un plato de humus caliente, con garbanzos y aceite exquisito. El trato, en este caso, es lo de menos. Entras, comes y te vas, con el estómago lleno y una sonrisa de oreja a oreja. Brutal. Sino, preguntadle a mi hermano Asaf. $=15 shekels (3 euros, ganga!)
  • 3-“Abu Hassen”: Por historia, por ubicación y, por supuesto, por su delicioso sabor. Abu Hassen es otro de los míticos restaurantes árabes ubicado en el distrito mixto de Yaffo, al sur de Tel Aviv. Es otro claro ejemplo de “Yala-yala”, es decir, van por faena. Un plato grande de humus con aceite y pimentón, normalmente acompañado solo de pitas y un poco de cebolla. En un cuarto de hora estás listo para salir rodando del local. El éxito del lugar les ha llevado a abrir dos restaurantes más en el mismo barrio. Siempre están a tope. Al loro! $=16 shekels (3 euros y poco, ganga!)
  • 4-“Rosh Pina”: El nombre no lo recuerdo, así que he puesto el nombre del pueblo, ubicado en la región montañosa del Galil, al norte de Israel. Como lo recordaba de mi anterior viaje, nos aventuramos con Oli y viajamos casi una hora solo para visitar tan preciado chiringuito. Y menudo acierto: humus con “ful” y huevo, con pitas recién salidas del horno y, por si fuera poco, unas cinco bolas de falafel delicioso recién hecho. También puedes montarte tu propia ensalada, así que imaginar como nos pusimos. De hecho, nos gustó tanto que cuando volvimos al norte repetimos muy a gusto. $=25 shekels (5 euros)
  • 5-“Mercado en Jerusalén”: Un discreto puesto en el centro del mercado de la capital del país. Un oasis de tranquilidad entre tal masa de gente gritando en todas las paradas. Nos aventuramos con una nueva modalidad: humus con carne, aderezado con pimentón rojo y aceite. Malo, lo que es malo, no estaba. También posibilidad de montarte tu ensaladita y pitas por doquier. $=25 shekels (5 euros)
Realmente, hemos tenido que ponerlos en una posición, pero en realidad todos estaban estupendos y no ha sido fácil clasificarlos. Que pena, tardaremos mucho en volver a probarlo......Fuck!
 En fin, serafín. Que esto se ha acabado, ya he escrito suficiente, me toca descansar, fumar un cigarro y esperar a llegar de una vez al aeropuerto a encontrarme dos meses después con Georgina. Que ganas, que poco queda!
Un abrazo para todos nuestros fieles seguidores, ha sido un placer. Ya sabéis donde encontrarnos y, por supuesto, seguimos en contacto. Paz hermanos. DIBLASTOS EN MAYÚSCULAS!!!!

jueves, 15 de marzo de 2012

Día 46 – La neblina nos impidió “ver” los Altos del Golán

Ofer Laszewicki


La tregua parecía indefinida, pero finalmente se rompió. El mal tiempo volvió a azotar nuestra travesía, certificando así que estamos viviendo uno de los “peores” inviernos nunca vistos por estas tierras. De nuevo lluvias torrenciales, bajas temperaturas y, en el caso de hoy, una niebla intensa que convirtió ciertas aldeas en auténticos poblados fantasma.

La misión del día era hacer una completa vuelta de reconocimiento por toda la región más al norte de Israel, las zonas fronterizas con Líbano y Siria. Si, ese bello país donde El Asad y sus secuaces tratan con tanta sutileza a su población. “No hace falta que te diga nada más”, verdad? Primero tomamos dirección a Metula, un poblado prácticamente rodeado por el cerco que separa el país hebreo con su vecino libanés, un lugar de relativa calma desde la última feroz guerra llevada a cabo entre la milicia chiita Hezbollah y el ejercito israelí en 2006. Las distancias, como certificamos de nuevo, son prácticamente nulas: a un lado ondea la bandera hebrea en un puesto militar fronterizo; cien metros adelante se alzan las banderas libanesa, palestina y la amarilla de la milicia islamista. Prácticamente pegados, manteniendo un “status quo” que esperemos que se mantenga por mucho tiempo por el bien de todos.


Un pequeño amigo que
nos hemos encontrado
Lamentablemente, no vimos “un carajo”, como dirían mi padre o mis buenos amigos argentinos. Nos subimos a las colinas para ver el valle, las áreas de cultivo y las maravillosas vistas que normalmente se aprecian, pero dadas las inclemencias meteorológicas apenas salimos del coche. Una verdadera lástima. Pero ya sabéis, el tiempo no depende de nuestra voluntad y lo último que puedes hacer es quedarte lloriqueando, así que no desistimos. Ya le dije a Oli que le enseñaría mis panorámicas de mi último viaje para que se haga una idea de lo que nos perdimos.


Huimos rápido de estas montañas para dirigirnos a los Altos del Golán, supongo que a muchos os sonarán de algo. Brevemente: se trata de una cordillera estratégicamente importantísima, antiguo territorio sirio que ocupó Israel en dos contiendas diferentes, durante la Guerra de los Seis Días y la Guerra del Yom Kipur. Muchas de las aldeas quedaron abandonadas, los puestos militares sirios se desmantelaron y actualmente sigue siendo uno de los asuntos a tener en cuenta en el caso que se produjera un hipotético acuerdo de paz con los vecinos del norte, que tal y como está el patio, parece que está lejos de llevarse a cabo.


Ofer en el pueblo fantasma
Teníamos varios puntos marcados en el mapa para visitar, pero en este caso la intensa niebla nos frustró todo. Vaya, que conduciendo no veía ni a diez metros vista. Una pasada. Creo que nunca había estado bajo tal densidad. Parecía casi una película de miedo, os lo prometo. Máxima precaución, lentitud y paciencia. Como de nuevo no veíamos absolutamente nada -pretender ver el monte del Germón era casi un sueño-, decidimos que lo único factible que podíamos hacer era comer. Ya sabía de un restaurante en una aldea drusa llamada Ma’sade que sirven “cosa buena”. Y no eran ni la una, pero en el pueblo no veíamos nada, y tras dar una vuelta y pelarnos de frío entramos al lugar en busca de refugio. Los camareros, los de siempre: hombres drusos de avanzada edad con sus mostachos largos tan característicos. La comida, como siempre, increíble: bolas de falafel enormes con sésamo (únicas), humus con champiñones, queso “labane” con aceite y “zatar”(especie), berenjenas con “tahina”, ensaldas, olivas....Brrrrrrrrrrrrrrrrrr. Como lo echaremos de menos, de veras!

Ofer pasando hambre 

Como apunte curioso, los drusos del Golán no se sienten apenas identificados con el estado hebreo, como si hacen muchos de sus correligionarios en el resto del país. Los drusos son un pueblo minoritario que fue brutalmente perseguido por los árabes musulmanes en el pasado. Con la creación de Israel, mucho de ellos pasaron a estar seguros, a recibir cuantiosas prestaciones y se identificaron enormemente con el pueblo judío y con sus fuerzas armadas. En cambio, los drusos de Ma’sada y Majdal Shams fueron sirios en el pasado y, a día de hoy, mantienen muchos familiares al otro lado de la frontera. Por ello, no les sale muy a cuenta mostrar públicamente apoyo alguno a Israel, ya que podrían poner en peligro la integridad de los suyos bajo el régimen sirio. No obstante, hacen muy buenas negocios y gozan de una situación estable.

Y nada, visto lo visto, tras los múltiples intentos frustrados, decidimos ir a lo único que seguro no fallaba: tomarnos unas cervezas artesanales en una fábrica local de gran renombre en el pueblo de Qatzir. Primero, unos pequeños vasos para probar las cuatro variedades. Luego, unas largas pintas con las que más nos gustaron. Como podéis imaginar, la ligereza estomacal no era el rasgo que nos definía. Y aun quedaba volver a casa de Clarita que suele cebarte bien, como así ha sido definitivamente. Mal no lo pasamos, vamos.

Mañana toca madrugar a las cinco, que a las 9 tenemos que plantarnos en Tel Aviv para devolver el coche. Así que con esto y un bizcocho (o un plato de humus), hasta mañana a las ocho. Diblastos!

miércoles, 14 de marzo de 2012

Dias 44 y 45

Ofer Laszewicki

Durante nuestro paseo de ayer nos encontramos esta mujer arabe
Poco después de las cinco y media, una hora menos la península, el despertador ya estaba sonando. Hoy tocaba madrugar como los mejores, ya que teníamos un gran plan por delante. Un café negro, mochilas al maletero, Bob Dylan y “on the road”. Todo bien, hasta que empezamos a bajar por la ruta 70 y regalo: atasco mañanero. “Que poca fortuna”, nos repetíamos, aunque preferimos tomárnoslo con humor. El motivo del temprano despertar era que a las siete y media habíamos quedado en Mishmar Ha’Hemek para reencontrarnos con Lydia Aissenberg, periodista freelance y educadora social del Campus por la Paz Givat Ha’viva.

Tras el saludo inicial ya nos dio buenas noticias: teníamos desayuno “for the face” en el comedor común del Kibbutz. Si, en éste, que maneja “buena pasta”, todavía mantienen el sistema clásico y se sirven unas comilonas que alegran el alma. Huevos fritos, revueltos o duros; queso fresco, “cottage” o “lavane” (otros tipos); pepinos, tomates, pimientos y lechuga finamente cortada; zumo de naranja recién exprimido y máquinas de café para todos los gustos. “Que alegría”, exclamábamos con el estómago lleno y las pilas cargadas. Además, nos enrollamos unos bocadillos para llevar, por lo que no gastamos ni un centavo en alimento.

Lydia Aissenberg con un periodico
 palestino de 1948
La verdad, hemos tenido una gran suerte de conocer a Lydia. Es una mujer persistente, vocacional, paciente y entregada por su oficio: luchar por la integración y la reconciliación entre las comunidades judía y árabe del norte y explicar gustosamente a periodistas, activistas, profesores y estudiantes extranjeros su tan preciada labor. Y no os creáis que es sencillo, ni mucho menos. Pese a que en ciertos ámbitos sociales coinciden –como algunos trabajos o en universidades- cada uno vive en sus pueblos, con sus costumbres, sus círculos familiares y su modo de vida. Viven a pocos metros, codo con codo, pero la interacción es prácticamente nula. En la mayoría de casos, existe un gran prejuicio hacia el otro: en general, los judíos israelíes no suelen ver con buenos ojos a la población árabe porqué simpatiza en muchos casos con la causa palestina; los árabes israelíes –que se consideran “palestinos con ciudadanía israelí”- reniegan del Estado de Israel porqué no se sienten identificados con sus símbolos nacionales y, según alegan, existe cierto “racismo” hacia ellos ya que son tratados como ciudadanos “de segunda”, ya que pese a que sobre el papel gozan de los mismos derechos, tienen ciertas trabas para lograr permisos de obra o acceder a algunos trabajos. Aún así, muchos disponen de buenos caserones, lujosos vehículos y una muy buena situación financiera. Vaya, que hay matices para todos los gustos.

En este complicado panorama es donde trabaja el Campus por la Paz Givat Ha’viva. Básicamente, se trata de un lugar en el que se llevan a cabo múltiples proyectos –audiovisuales, artísticos, literarios o incluso culinarios- que sirven para acercar por primera vez a árabes y judíos, conocerse de primera mano y borrar de sus mentes todos los prejuicios previamente establecidos. Algo que, muchas veces, cuesta una barbaridad. No os podéis imaginar la de situaciones difíciles que han tenido que pasar. No me enrollaré mucho porqué escribiré un detallado reportaje sobre todo esto.

 La ruta era la siguiente: primero fuimos a una escuela árabe en Baqa el Garbiya, donde se lleva a cabo un semestre de enseñanza intensiva de árabe en la que acuden estudiantes judíos y extranjeros una vez por semana e interactúan directamente con los alumnos. Muy enriquecedor. Luego, fuimos directos al campus, donde Lydia y varios compañeros suyos nos explicaron los entresijos de su tarea diaria. Lo descubriréis todo en breves, o eso espero.


Ofer desquiciado en la caravana...
 Y nada, luego tocaba un largo viaje hasta la zona más al norte del país, al Kibbutz Kfar Szold, donde residen nuestros grandes amigos, la familia Felman. Vamos, que esto es casi como mi casa a los pies del Golán. No obstante, nos tuvimos que tragar antes de llegar una pedazo caravana que nos desquició, así que tuvimos que parar a por una bolsa de “Bamba” –ganchitos de cacahuete- para airear un poco y darnos vida. Finalmente, pasadas las siete, y tras una agotadora jornada, nos plantamos en tan importante enclave estratégico y nos alimentaron como suele ser habitual en casa de Clarita. Lo que es quejarnos, pues no mucho, la verdad. Mañana nos daremos un buen tour en coche por toda la zona e iremos a comer a una aldea drusa llamada Masada donde hay probablemente el mejor falafel del país. Ya veis que la comida es el motivo principal de todo, como no.

Yo saltando el rio, Ofer cuando quiere tambien sabe hacer buenas fotos.

Sobre ayer, pues no comentamos porqué nos pasamos el día caminando y coronando montes como buenos expedicionarios. Las fotos dan buena prueba de ello, espero que las disfrutéis. Y nada, dejo al fotógrafo que haga su trabajo, yo me voy a fumar un cigarro bajo la lluvia que suele ser muy inspirador. Un abrazo hermanos, en cuatro días estamos por ahí. Diblastos!


Ofer posturitas
 

lunes, 12 de marzo de 2012

Día 43 – Explorando enclaves religiosos en el norte de Israel

Ofer Laszewicki

Estamos otra vez “on the road”. Nuevamente, disponemos de vehículo propio y las comodidades y facilidades que te aporta son inmejorables. Esta vez, no obstante, gozamos de mejores condiciones todavía: un Hyundai automático de color verde, que funciona prácticamente solo. Sin cambios, fácilmente manejable, cómodo y, encima, casi recién estrenado. Y solo por menos de treinta euros diarios, una buena ganga.


Cargamos el saldo del móvil, compramos plátanos y mandarinas y tomamos la autopista hacia el norte con “Descendents” sonando desde nuestro improvisado equipo: mi Blackberry. El coche respondió perfectamente a nuestras expectativas y, en poco menos de dos horas, nos plantamos en Nazareth. Supongo que a muchos de vosotros os debe sonar: tiene mucho que ver con Jesucristo, no? De nuevo, nos metimos de lleno en otro lugar crucial de la religión cristiana, aunque como no soy un gran experto, no os sabría explicar muy bien los motivos. Se trata de una ciudad árabe con sus habituales consecuencias: tráfico descontrolado, bazares callejeros y vendedores ambulantes, puestos de shawarma y falafel cada dos metros, humo de “narguila” y grupos de turistas de todas nacionalidades.

En los mosaicos puede leerse "Tu eres el honor de nuestro pueblo" y  "amb vostre nom comença nostra història i és Monserrat el nostre Sinaí"
 
Aparcamos como los ministros, a dos pasos del Santuario de Nazareth, que alberga la Iglesia de la Asunción (también de la Virgen María) y la Iglesia de San José, las más emblemáticas de la ciudad. Menudo pedazo de recinto, por cierto. El edificio principal es una enorme cúpula blanca que preside la ciudad, y los interiores son espectaculares a la vez que algo bizarros. Como curiosidad, en el patio hay mosaicos con motivos religiosos procedentes de todo el mundo. Primero, vimos uno de “La Moreneta” de Montserrat, que a pesar de tener un rótulo de Spain, tenía indicado claramente en una esquina el “Made in Catalonia”, para dejar claras las diferencias. En el interior, no obstante, había otro con el lema “Tu eres el honor de nuestro pueblo”, aderezado con un pedazo de pollo franquista, elaborado en el 1976 en Madrid. Nada, un detalle que nos llamó bastante la atención.

Iglesia de la Asunción.


Como siempre en estos lugares, nos topamos con fanáticos y devotos de todo tipo, pero los más graciosos, como siempre, los suramericanos: se fascinan con las explicaciones de sus guías, exclamando siempre ¡uauuuuuuuuuuuu!’s que, en ocasiones, parecen orgasmos. Muy gracioso. A pesar de que no creemos en las movidas de los seres del más allá, nos fascina mucho presenciaran de cerca gente tan creyente, nos gusta aprender de ellos y los respetamos muchísimo. Cada cual que crea en lo que le de la gana, hay quienes nos volvemos locos con el fútbol, así que...

Ya eran las dos y solo habíamos comido fruta, así que ya desfallecíamos de hambre. Tras un largo y extenso debate, dolores de cabeza, discusiones y indecisión, acabamos optando por comer humus, para ver que tal es. No sé, para probar algo nuevo, nos habían dicho que es algo típico del lugar, muy nutritivo, barato y sabroso. Para que veáis como somos: nos desplazamos casi una hora hacia el norte para volver al chiringuito de Rosh Pina, en el que sirven uno de los mejores humus que hemos probado. Con alubias, pimentón, huevo encima, pitas calientes, falafel recién hecho, olivas...vamos, que nos pusimos las botas de nuevo. Que bien sienta al cuerpo, de verdad. 

Patillas power

Para tratar de cargar las pilas –Oliver estaba aplatanado y “achinado” tras tomar un antihistamínico- nos pedimos unos cafés al módico precio de casi tres euros y pusimos rumbo a Sefad, una curiosa aldea ubicada en el corazón de las montañas del Galil. Sefad es la cuna y capital de la Cabalá, que viene a ser la tradición mística judía, la más antigua e influyente de la humanidad estudiada por sabios miles de años atrás. Hoy en día, Madonna es estudiosa de la materia, así que podéis imaginaros la trascendencia del asunto. El pueblo es precioso: pequeñas callejuelas repletas de galerías de artistas, sinagogas y “Yeshivás” (centros de estudio religiosos) por todas las esquinas, múltiples relatos históricos a cada pocos pasos y, sobretodo, gente con vestimentas de esas que impactan. Si, aquí la mayoría lucen las míticas patillas de tirabuzón, y a los niños les dejan crecer unas “curras” que les quedan verdaderamente fatal. Las mujeres no lucen ni un milímetro de piel y tampoco son el ejemplo de las últimas tendencias de moda.

A pesar de ello, el sitio alberga un encanto especial, y la luz del atardecer creaba un ambiente cálido y tranquilo que hizo de nuestro paseo un momento muy agradable. Creo que sería útil pasar todo un día y conocer más a fondo la materia de la Cabalá e interactuar con los lugareños para tener una visión amplia del tema. En definitiva, podéis comprobar que te mueves pocos kilómetros y vas a parar a mundos totalmente diferentes, con personas y religiones que nada tienen que ver pero que viven prácticamente codo con codo, juntos pero no revueltos.
Ahora estamos de nuevo en Karmiel, en casa de mis familiares, que nos acogen la mar de bien y nos abren las puertas siempre que haga falta. En principio, mañana nos animaremos a hacer una expedición por la montaña, algún sendero interesante para mover un poco las piernas y sentirnos deportistas de primer nivel. De paso, quemaremos alguna caloría de las múltiples que hemos acumulado desde nuestra llegada. El miércoles tenemos un pedazo de plan montado, pero tendréis que esperar hasta entonces para conocerlo. De momento, paciencia, relax, Cabalá, siestas y pitas. Un abrazo a todos nuestros fieles seguidores. Diblastos!

domingo, 11 de marzo de 2012

Días 41 y 42 – Los cohetes vuelven, la vida continua

Ofer Laszewicki


Como imagino que ya habréis visto y oído en las noticias desde España, el ciclo de violencia vuelve al primer plano en esta conflictiva región. Justo cuando nos adentrábamos en la actividad de una meritoria organización pacifista, las trompetas de guerra volvían a sonar en la Franja de Gaza y las ciudades del sur de Israel. La historia, la de siempre: Israel mata a un cabecilla de una milicia, estos contestan lanzando decenas de mísiles, los helicópteros bombardean, caen nuevos cohetes... la historia de nunca acabar. Ya van más de 15 milicianos muertos en Gaza y los mísiles ya han impactado en el núcleo urbano de Beer Sheva. Hasta cuando durará todo esto? Les interesa a las partes implicadas terminar con ello? Espero que acabe cuanto antes, aunque todos los indicios hacen ser bastante pesimista.

No penséis que esto queda lejos de Tel Aviv. En Ashdod, a una media hora de aquí, las alarmas suenan constantemente y la población vive atemorizada. Lo que más sorprende es que por desgracia esto forma parte de la rutina, algo con lo que los israelíes lidian demasiado a menudo. Y aquí, desde la terraza del hostal donde escribo, parece que nada suceda: la gente va arriba y abajo, el tráfico continua, todo está abierto...vamos, que la vida continua. Es difícil de explicar con palabras y la verdad que ya ni sé que debe sentir la gente aquí sobre esto, pero vivir bajo la sombra constante de la violencia es muy, muy jodido.

Sobre nuestra estancia, pues está más cerca de su fin. Solo una semanita y “ciao Israel”. Ayer me pase el día escribiendo y retocando los reportajes que espero que ya hayáis leído en el otro blog y nos tomamos una botella de vino blanco para celebrarlo. Sinceramente, quedé bastante satisfecho con ambos, tanto por la experiencia vivido como por encontrar finalmente el hilo narrativo para explicar tan potentes historias. Aquí era Shabbat todavía, así que poco más podíamos hacer, aparte de hacer la colada, preparar un pedazo de revuelto para cenar y seguir mejorando nuestra técnica en la mesa de billar.

Y hoy, tras despertarme temprano por el ruido de los compañeros de habitación (hay gente estúpida que no respeta, de verdad, da mucha rabia!), nos fuimos a Hertz a alquilar de nuevo el coche. Si, la cosa de tener vehículo nos encantó, te da muchas facilidades, puedes llegar a rincones que en transporte público jamás conocerías y, además, es mucho más cómodo, que ostias. Lo tendremos de lunes a viernes, para irnos de nuevo hacia el norte a rematar un par de temas bastante potentes que ya tenemos “empezados”. Además, todavía no hemos visitado los Altos del Golán y toda la zona fronteriza con el Líbano, llena de preciosos lugares y enclaves históricos.

También hemos aprovechado el abrumante calor que hacía para bajar un rato a la playa e incluso nos hemos bañado. El agua estaba bien fresquita pero nos ha sentado de lujo, la verdad. No sé porqué estaba lleno de gente joven con cervezas en mano, jugando a palas y reposando al sol. Y mira que hoy es domingo, día laborable en Israel. Vete tu a saber. Tostados y hambrientos, nos dirigimos al restaurante de Ernesto, un italiano al lado del hostal que ofrece un “Business Menu” de ensalada, plato de pasta y bebida por 40 shekels, unos 8 euros, que no está nada mal. La jugada salió bien, y los macarrones con nata y champiñones son de agradecer de vez en cuando.

Y nada, ahora un poco de café negro, vida de hostal y poco más que contar. Mañana estaremos “on the road” y, como es de esperar, surgirán nuevos imprevistos para explicaros. Hasta entonces, sed pacientes, disfrutad de la vida y no os preocupéis, que en breves estaremos por Masnou de nuevo. Diblastos!


viernes, 9 de marzo de 2012

Días 39 y 40 – En las entrañas de la ocupación

Ofer Laszewicki

Uno de los muros de separación.

Hoy, nuevamente, hemos vuelto a vivir una de esos días en los que acabas fundido, sin apenas aliento pero con la sensación de haber aprendido todavía más y, esta vez, haber vivido una realidad totalmente diferente a la hemos visto hasta ahora. En resumidas cuentas, nos hemos adentrado con la ONG “Combatants for Peace” en las entrañas de Cisjordania, los territorios ocupados por Israel desde el 1967 y que suponen a día de hoy, a mi juicio, el principal obstáculo para la paz entre israelíes y palestinos.

Tras establecer contacto con Teddy, uno de los activistas de la organización, nos citamos con el grupo delante del estadio de futbol de Jerusalén, situado al sur de la ciudad. Allí nos recogió el bus con el grueso de la expedición –básicamente profesores y estudiantes universitarios- procedentes de Tel Aviv. El itinerario y los objetivos estaban definidos: adentrarnos en los territorios ocupados entre Jerusalén y Belén, un área especialmente conflictiva por el polémico trazado del muro de separación, el elevado número de checkpoints que dificultan o imposibilitan la circulación de los ciudadanos autóctonos y la constante construcción de viviendas en los múltiples asentamientos levantados, en su mayoría, sobre tierras privadas de palestinos.


Tampoco voy a explicar todo al detalle, ya que escribiré un artículo sobre la organización y su actividad. Pero la idea era trasladaros la primera impresión y el shock que produce constatar de primera mano una realidad difícil de entender. En todo el área que rodea Jerusalén, tanto dirección norte como sur, el muro de separación se ha tragado literalmente hectáreas de tierras palestinas, todo ello bajo un plan bien pensado. Por ejemplo, las incursiones de los grandes asentamientos de Maa’le Adumim o Ariel, que prácticamente dividen lo que en un futuro debería ser el estado palestino.

Las explicaciones nos ofrecían desde el bus y una chica muy maja llamada Adi nos lo traducía todo al momento en inglés. Además, fuimos haciendo paradas estratégicas para ver puntos clave del muro o asentamientos que se levantan a prácticamente pocos metros de antiguas aldeas y que impiden a sus residentes trabajar los árboles de olivos adyacentes, que están prácticamente muertos. Otro dato: partes del muro, las que quedan del lado israelí, están “decoradas” para que parezca más bien algo pintoresco, mientras que del otro lado son del gris que estamos acostumbrados a ver.
Sorprende ver toda la inversión en infraestructuras que ha llevado a cabo Israel para sostener la ocupación. Carreteras por las que no pueden circular vehículos palestinos, túneles para evitar ciertas aldeas, construcciones de nuevas urbanizaciones, además del coste humano y militar que suponen la presencia de los soldados para defender a los colonos. Como curiosidad, cerca de Beit Jala, a las afueras de Jerusalén, se está construyendo un muro que rodeará la casa de un viejo habitante del valle, Omar, que costará unos 5 millones de shekels (1 millón de euros) y se le conectará al pueblo a través de un túnel. Que quede claro: una cosa es seguridad y otra bien distinta es ocupar y separar a la gente.

Sheenin
También escuchamos el testimonio de miembros palestinos de la organización, como Sheenin, una mujer con una manera de hablar clara e impactante. Tras narrar las dificultades de vivir bajo este sistema (el muro casi pisa su casa), explicó convencida que admira la perseverancia y el valor del pueblo judío por lograr volver a su lugar de origen tres mil años después, pero que en absoluto puede celebrarlo mientras siga suponiendo un obstáculo tan grande para los suyos. También tuvimos un coloquio con más miembros palestinos e israelíes de CFP en un hotel cercano, que nos sirvió para conocer de primera mano testimonios de gente que en el pasado lucho violentamente contra el “enemigo” y, actualmente, y pese a las dificultades, apuestan por una solución pacífica al conflicto. Lo explicaré todo con más detalle en el artículo.

 Pero la impresión general que me llevé, tras escuchar al resto de israelíes de la expedición, es que al otro lado del muro se sabe bien poco o se ignora que es lo que verdaderamente sucede en Cisjordania, y bajo el argumento de la seguridad se acaban justificando muchas injusticias que van mucho más allá. Personalmente, me ha sido una experiencia muy dura pero necesaria para tener una primera impresión real de que ocurre y que piensa la gente del otro lado del conflicto. Ah, y para los que probablemente discrepen de lo que explico: todo lo que he visto son hechos reales, sobre los que uno puedo opinar según su propio criterio.

Aparte de esto, hoy nos vimos atrapados por el “Shabbat”. La verdad, teníamos poco –por no decir nada- planeada nuestra vuelta a Tel Aviv. Teníamos el portátil en el hostal de Jerusalén así que tuvimos que volver en bus a buscarlo. Tratamos de reservar noche en el Gordon pero estaba todo pillado, así que nos quedamos aquí una noche más. El sitio la verdad que está muy bien y con lo agotados que estamos pues tampoco es mal plan. Eso si, lo del Shabbat menudo mal invento: a las seis y algo estábamos muertos de hambre –solo comimos algunas frutas y dulces árabes durante el día- y cuando cae el sol aquí no hay abierto nada. Vamos, cual toque de queda, no es broma. Por suerte, encontramos un maldito McDonald’s abierto y comimos algo de basura ahí, aunque luego fuimos a un colmado que estaba abierto y compramos pitas y humus porqué esas malditas hamburguesas son mas o menos como comer aire!

De ayer pues no escribí nada porqué pasamos el día deambulando por Jerusalén y disfrutando de nuestro nuevo hostal, que no está nada mal. Muy espacioso, una gran sala común, bar propio, The Doors y Los Rolling sonando...bastante mejor que el del árabe en la Ciudad Antigua, vamos. Además el tiempo nos sonríe, hace algo de calor y las calles siguen llenas de personajes disfrazados con motivo del Purim. Bueno si, probamos una nueva modalidad de humus: con carne picada y pimentón rojo. Uf, no os lo describo porqué de hecho creo que sería imposible! Va, voy a por una cerveza, veremos que tal sabe. Paz amigos. Diblastos.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Días 37 y 38 - It's Purim, my friend


Ofer Laszewicki

Amigos y amigas, empieza el Purim en Israel, lo que vendría a ser el carnaval por nuestras tierras. Simplemente, que aquí todo es muchísimo más bizarro, no lo podéis imaginar. De hecho, la gente ya de buena mañana va vestida con estrafalarios atuendos en el trabajo, en el autobús o caminando por la calle. Hace pocos minutos me acabo de cruzar a los más auténticos: una pareja vestidos de muñecos de lego, muy logrado!

Los dos últimos dos días los hemos pasado haciendo la vida típica de Tel Aviv: risas en el hostal, cervezas frescas, siestas, sol en la playa, pitas, falafels, shawarmas y "Yala, yala" por doquier. No sé bien que poner porqué estamos ya en los preparativos de la noche, simplemente quería escribir algo para que quedara constancia. 

Mañana nos mudamos un día a Jerusalén, ya que el viernes por la mañana hacemos una incursión a la zona rural de Betlehem -si, igual que el mítico pesebre-, con una ONG llamada "Combatants for Peace" sobre la cual pretendemos hacer un buen reportaje. Además, hemos acabado el de los Kibbutz definitivamente, así que tal vez mañana ya lo tendréis listo para leer y criticar.

Nada amigos, os dejo que hay fiesta en las calles y no hay tiempo que perder! Diblastos!

lunes, 5 de marzo de 2012

Dias 35 y 36 - El mejor fin de semana en Israel!



Ofer Laszewicki


Estoy exhausto, con la piel quemada, agotado pero a la vez emocionado, con las piernas todavía temblando, el corazón palpitando a mil revoluciones y una sensación de felicidad que me supera. No sé si seré capaz de transmitir todas las experiencias que hemos vivido en tan corto espacio de tiempo, pero lo haré lo mejor posible, no lo dudéis.

El domingo empezó fuerte ya desde primera hora de la mañana. “Chicos, despertad ya!”, exclamaba mi tía Rachel, sorprendida por nuestra capacidad de dormir sin límite. De verás, el ritmo de Ein Yaav parece que se te cuela en la sangre, vives a su “tempo” y duermes como si estuvieras anestesiado. El plan era genial: salir con Amnon y Rachel con su todopoderoso Toyota 4x4 a recorrer “La ruta del perfume”. Para ser más explícito: una vieja ruta que recorrían en camello los lugareños miles de años atrás para transportar plantas aromáticas desde Yemen hasta Europa, cruzando todo el desierto del Negev en cortas y sufridas etapas. Y menudo placer. Ir montado en tal vehículo, con el porte de su conductor y las minuciosas explicaciones de su copiloto no está al alcance de cualquiera.

Amnon calentando café y su toyota
Por el camino fuimos parando para que Oli tomara preciosas instantáneas del recorrido, plagado de montículos rocosos y erosionados de tono marrón anaranjado. Para aderezarlo todo, paramos en un lugar que se convierte en piscina cuando diluvia, Amnon sacó un diminuto camping gas y disfrutamos de un café en medio de la nada mientras mi compañero escalaba una duna cual explorador. A pesar de las subidas, senderos pedregosos y tramos imposibles, el Toyota ni se inmutaba. Tracción a las cuatro ruedas, frenos automáticos en las zonas difíciles y una estabilidad interior que daba verdadero gusto.

Esta vez también encontramos mas camellos en el desierto
La broma nos tomó más de tres horas, así que al volver los estómagos rugían de nuevo. Como siempre, nos deleitaron con deliciosos manjares, todo muy saludable y fresco. Un poco de siesta para renovar energías, momento que aproveché para terminar la película “Donnie Brasco”, film mafioso a cargo de Al Paccino y Johnny Deep. La recomiendo. Motivado por los retratos que tomó el día anterior, Oli se fue por su cuenta a recorrer los invernaderos en busca de más imágenes de los jornaleros tailandeses. Y fue un éxito. De echo, acabó subido en uno de sus tractores, se ganó su confianza y terminó un buen trabajo. Mientras, yo decidí pasar la tarde cómodamente en casa para empezar a escribir definitivamente el reportaje sobre los Kibbutz. Ambiente cálido, expreso corto, silencio e inspiración. El resultado fue bueno, hasta que aparecieron los nietos y me cautivaron de nuevo. Que preciosidad de niños, imposible concentrarse con ellos dando vueltas a mi alrededor! Y nada, después de la cena a reposar, ver brevemente como el Madrid hacía trizas al Espanyol y dormir que hoy nos esperaba una jornada trepidante.

Tailandeses jornaleros del Moshav
Siete y media de la mañana. Suena el despertador. “Yala, yala, move!”. Lamentablemente, tocaba abandonar el lugar, con pena pero gran satisfacción interna. De echo, Rachel le dijo a Oli que ya era uno más de la familia, que su casa está abierta cuando quiera. Emocionante. Ah, lo olvidaba: como suelen hacer, nos dieron de “souvenir” dos grandes cajas de tomates y pimientos, de esas de verdulería vamos. “Amnon, que vamos al hostal, no tenemos espacio!”, a lo que me contesta: “Da igual, véndelos o regálalos, haz lo que quieras!”. Brutal. 

Tailandia, Laos, Vietnam y Myanmar son los cuatro países de donde provienen los jornaleros
Antes de empezar
Con las “chirucas” calzadas, los pantalones cortos puestos, Creedence sonando a todo volumen y el sol picando como nunca durante nuestra estancia, emprendimos marcha con nuestro pequeño Chevrolet en dirección Masada. La pequeña aldea situada encima de un monte del Mar Muerto donde miles de años vivieron judíos que resistieron hasta morir la invasión de los romanos. De echo, se acabaron suicidando para no ser esclavos.
Había dos opciones: subirlo en “telehuevo” como hacen las hordas de guiris o ser buenos expedicionarios y subir la famosa “Ruta de la serpiente”, que hace muchas curvas, pendiente y alberga unas 700 escaleras. Como no podía ser menos, tomamos la segunda opción, que significó bastante sufrimiento y sudor. No obstante, la sensación de coronar la mate es única, todo un “reto conseguido”. Entre la subida, la visita a los restos del poblado y la bajada, pasamos cerca de  tres horas.


Justo al llegar arriba!
Las piernas temblaban tras la bajada, el sol nos dejó algo noqueados pero todavía eran las doce de la mañana. Y aún faltaba lo mejor. Encontrarme con mi madre en el Mar Muerto. Si, como quien se la encuentra al ir a comprar el pan, vamos. Ha venido a pasar una semana con amigos en un hotel-spa para tratar de mejorar su salud y descansar, y nos lo montamos para coincidir durante el día. Primero, fuimos a comer en un restaurante de la zona hotelera de Ein Boqueq, en plena costa. Y luego, lo mejor. Nos infiltramos en su hotel cual residentes del mismo, nos bajó unas toallas de su habitación y dimos el pego. Entramos a la zona reservada de playa, nos metimos al agua y Oli empezó a alucinar. Flotábamos como amebas, nos recreamos con los pedruscos de sal que se amontaban bajo nuestros pies y el sol de mediodía nos brindó una temperatura inmejorable. Por si fuera poco, luego nos metimos en el interior de las instalaciones, donde disfrutamos de una piscina interior de agua del mar a 38º, un poco de sauna y una ducha reconfortante. Lo último que esperábamos hacer hoy. Nuestra felicidad estaba mas o menos por las nubes.
 
Flotando en el mar muerto, el punto mas bajo de la tierra.
Para culminarlo todo, un café y un poco de tarda con mi madre y Liora al atardecer, con una sonrisa de oreja a oreja y preparándonos para volver de nuevo a nuestra base, el hostal Gordon Inn en Tel Aviv. Viaje rápido, cómodo y ameno, sin pérdida alguna. De vuelta aquí, donde todo empezó.
Sal del mar muerto
Encima, encontramos parking justo delante de la pensión, todo un milagro. Es como si aparcarais en las Ramblas, por decir algo. Y aquí, todo igual: el brasileño Miguel birra en mano jugando al billar, la amiga Jazz amenizando el salón, el americano Dann rapado como un verdadero “skinhead”, el surafricano Carl con su parsimonia característica, Marc el yanki con su voz de pito y, como no, Fauzi, el más grande del lugar. El cocinero, maestro, mentor y verdadero rey del lugar. Como no, nos recibió con el ya mítico “Yala yala, go to sleeeeeep!”, mientras se deleitaba con la caja de verduras frescas que le traje de los invernaderos del desierto. Y nada, nos están cocinando cena, ya tenemos cervezas enfriando y, pese a nuestro cansancio, aguantaremos hasta que no demos más.

Esta semana es Purim, el Carnaval hebreo, por lo que se prevé una liada parda por las calles de la ciudad. Como no, encontraréis las mejores crónicas en Diblastos, como siempre. Paz, hermanos. Os dejo. Diblastos.

sábado, 3 de marzo de 2012

Día 34 - The "Pulitzer" day


Ofer Laszewicki 

El típico sofa a base de calabazas.
En líneas generales, hoy ha sido un día genial, sensacional, idóneo o magnífico, como le queráis llamar. El ambiente en Ein Yaav es de lo mas tranquilo, desprende unas vibraciones positivas que se te contagian desde el primer instante. La verdad, es como vivir en un oasis separado del resto del país, en medio de la nada pero con todo lo que necesitas.

Tal y Eyal
Tras una apacible noche en la que hemos dormido cual bebés, nos han recibido con un energético desayuno para afrontar el día con buen ritmo. Primero dimos un paseo con la familia y sus nietos, Eyal y Tal, que son una pasada. Son niños de esos que te comerías: tranquilos, bonachones, comilones y muy curiosos. Dos gemelos rubios y preciosos, como podéis comprobar en las imágenes. Luego, Rachel, la mujer que nos acoge cual ministros, nos ha recogido para darnos una vuelta de reconocimiento por la zona. Un paseo por la frontera con Jordania, mucho menos aparatosa y mas tranquila que la que separa a Cisjordania, Líbano o Siria. Solo un hecho curioso: el camino está plagado de carteles de “Cuidado, minas”, ya que en el 1975 estaba plagado de ellas y una tromba de agua las arrastró por todo el perímetro. Aquí solo hay desierto y montaña, y ya hace muchos años que las relaciones con el país vecino son relativamente tranquilas. 

Zona de paseo...

Jornaleros tailandeses
Luego nos mostró desde las alturas de una colina el Moshav –cooperativa agraria- donde residen desde el año 1968, se dice pronto. Lo que mas nos fascina es el momento en que unos expedicionarios llegaron por primera vez aquí, plantaron sus cabañas, descubrieron agua bajo tierra y decidieron plantarse. Hoy existen centenares de invernaderos que dan trabajo a montones de agricultores tailandeses, donde crecen sin descanso pimientos, tomates, melones, mangos, lechugas, sandía, calabazas y mil cosas mas que jamás creeríais que crecen en medio del desierto, donde las temperaturas alcanzan fácilmente los 40 grados en verano. Además, conocimos de primera mano como funciona el sistema de recogida y distribución de agua, pionero e innovador. Todo acompañado de una minuciosa explicación histórica de nuestra guía personalizada, un lujo al alcance de muy pocos.

Vuelta a casa a eso de la una, con los niños revoloteándose por el césped, el perro Jackie con la parsimonia que lo caracteriza tumbado en el césped y Ila colocando los primeros pedazos de carne en la barbacoa. Si, hoy es Shabat, mediodía, por lo que toca ponerse hasta las cejas de nuevo. Esta vez acompañados de la mayoría de hijos y nietos de la familia Lev, por lo que en la mesa éramos cerca de quince personas. Con un buen sol, clima ligero, platos exquisitos y máxima tranquilidad. Vamos, que quejarnos, lo que es quejarnos, no está en nuestros planes.

Jornalero con pinta de terrorista

Tailandesa en un campo de orquídeas
Con los estómagos llenos y los bostezos asomando, nos propusieron dar otro paseo con Tom, otra de las nietas de la familia y su novio. Esta vez nos llevaron en una magnífica ranchera Toyota, tan típicas de los norteamericanos, que funcionan de maravilla. Nos dieron un rodeo por otro moshav un poco más al norte, donde Oliver se recreó fotografiando a los trabajadores tailandeses. El fenómeno es muy curioso: ver a hombres y mujeres de un lugar tan lejano trabajando en el desierto israelí es increíble. Además, van cubiertos completamente, según nos cuentan porqué no quieren que la tez se les vuelva oscura, ya que en su país significa que perteneces a las clases bajas. Por ello, algunos parecen terroristas infiltrados en lugar de jornaleros. La mayoría viene con un permiso de trabajo de cinco años, trabajan durísimo muchas horas y luego vuelven a Tailandia como auténticos millonarios, se construyen mansiones y viven cual sultanes.
En otro de los invernaderos probamos tomates amarillos, rojos y verdes de tamaños y formas muy curiosas. Además, descubrimos que existen calabazas que probablemente son recogidas con una grúa, porque deben pesar por lo menos veinticinco kilos. 

Ofer entrenandose para una competición de halterofilia
Por si no teníamos suficiente, nos propusieron: “¿os apetece ver unos antílopes, cebras y bambis?”. Vamos, lo típico. Obviamente, dijimos que si entusiasmados y nos dirigimos a un pequeño safari que pertenece a un amigo suyo. Encima, entramos de gratis, por la patilla como se suele decir. Ya a la entrada alucinamos con los antílopes corriendo como locos en círculos, las cebras, los bambis reposando al sol, una especie de burro gris nunca antes visto, cabras de cuernos varios y más bichos que no sabría ni como mencionaros. Y también loros, pájaros locos y demás aves confinadas en un lugar denominado “Arca de Noe”, para que os imaginéis.

Manada de antílopes observando atentamente al fotógrafo

Para culminar la jornada, nos propusieron ir a disfrutar de la puesta de sol, toda una maravilla difícil de ver en otro lugar. El cielo se torna rojizo, con tonos naranjas e incluso lilas, los rayos de luz traviesan las nubes y las montañas y las dunas adquieren un color cálido fascinante. Vaya, que mas no podemos pedir. Luego una cenita tranquila con Rachel y Amnon, una relajada conversación de sobremesa, un skype con Inés, la abuela de Oli a la que visitaremos en su bonita aldea de Vilaur y ahora mismo un té rojo con dátiles de las palmeras ubicadas a tan solo unos metros de la casa. Si, la mayoría de lo que comemos es producto local, fresco y saludable.

Vista del moshav desde una colina próxima
 Bueno, paro que estoy escribiendo de nuevo algo similar al Nuevo Testamento y creo que ya basta. Estoy cansado pero muy satisfecho y agradecido, disfrutando como un niño cada minuto en Israel. Diblastos!