Ofer Laszewicki
La tregua parecía indefinida, pero finalmente se rompió. El mal tiempo volvió a azotar nuestra travesía, certificando así que estamos viviendo uno de los “peores” inviernos nunca vistos por estas tierras. De nuevo lluvias torrenciales, bajas temperaturas y, en el caso de hoy, una niebla intensa que convirtió ciertas aldeas en auténticos poblados fantasma.
La misión del día era hacer una completa vuelta de reconocimiento por toda la región más al norte de Israel, las zonas fronterizas con Líbano y Siria. Si, ese bello país donde El Asad y sus secuaces tratan con tanta sutileza a su población. “No hace falta que te diga nada más”, verdad? Primero tomamos dirección a Metula, un poblado prácticamente rodeado por el cerco que separa el país hebreo con su vecino libanés, un lugar de relativa calma desde la última feroz guerra llevada a cabo entre la milicia chiita Hezbollah y el ejercito israelí en 2006. Las distancias, como certificamos de nuevo, son prácticamente nulas: a un lado ondea la bandera hebrea en un puesto militar fronterizo; cien metros adelante se alzan las banderas libanesa, palestina y la amarilla de la milicia islamista. Prácticamente pegados, manteniendo un “status quo” que esperemos que se mantenga por mucho tiempo por el bien de todos.
Un pequeño amigo que nos hemos encontrado |
Lamentablemente, no vimos “un carajo”, como dirían mi padre o mis buenos amigos argentinos. Nos subimos a las colinas para ver el valle, las áreas de cultivo y las maravillosas vistas que normalmente se aprecian, pero dadas las inclemencias meteorológicas apenas salimos del coche. Una verdadera lástima. Pero ya sabéis, el tiempo no depende de nuestra voluntad y lo último que puedes hacer es quedarte lloriqueando, así que no desistimos. Ya le dije a Oli que le enseñaría mis panorámicas de mi último viaje para que se haga una idea de lo que nos perdimos.
Huimos rápido de estas montañas para dirigirnos a los Altos del Golán, supongo que a muchos os sonarán de algo. Brevemente: se trata de una cordillera estratégicamente importantísima, antiguo territorio sirio que ocupó Israel en dos contiendas diferentes, durante la Guerra de los Seis Días y la Guerra del Yom Kipur. Muchas de las aldeas quedaron abandonadas, los puestos militares sirios se desmantelaron y actualmente sigue siendo uno de los asuntos a tener en cuenta en el caso que se produjera un hipotético acuerdo de paz con los vecinos del norte, que tal y como está el patio, parece que está lejos de llevarse a cabo.
Ofer en el pueblo fantasma |
Teníamos varios puntos marcados en el mapa para visitar, pero en este caso la intensa niebla nos frustró todo. Vaya, que conduciendo no veía ni a diez metros vista. Una pasada. Creo que nunca había estado bajo tal densidad. Parecía casi una película de miedo, os lo prometo. Máxima precaución, lentitud y paciencia. Como de nuevo no veíamos absolutamente nada -pretender ver el monte del Germón era casi un sueño-, decidimos que lo único factible que podíamos hacer era comer. Ya sabía de un restaurante en una aldea drusa llamada Ma’sade que sirven “cosa buena”. Y no eran ni la una, pero en el pueblo no veíamos nada, y tras dar una vuelta y pelarnos de frío entramos al lugar en busca de refugio. Los camareros, los de siempre: hombres drusos de avanzada edad con sus mostachos largos tan característicos. La comida, como siempre, increíble: bolas de falafel enormes con sésamo (únicas), humus con champiñones, queso “labane” con aceite y “zatar”(especie), berenjenas con “tahina”, ensaldas, olivas....Brrrrrrrrrrrrrrrrrr. Como lo echaremos de menos, de veras!
Ofer pasando hambre |
Como apunte curioso, los drusos del Golán no se sienten apenas identificados con el estado hebreo, como si hacen muchos de sus correligionarios en el resto del país. Los drusos son un pueblo minoritario que fue brutalmente perseguido por los árabes musulmanes en el pasado. Con la creación de Israel, mucho de ellos pasaron a estar seguros, a recibir cuantiosas prestaciones y se identificaron enormemente con el pueblo judío y con sus fuerzas armadas. En cambio, los drusos de Ma’sada y Majdal Shams fueron sirios en el pasado y, a día de hoy, mantienen muchos familiares al otro lado de la frontera. Por ello, no les sale muy a cuenta mostrar públicamente apoyo alguno a Israel, ya que podrían poner en peligro la integridad de los suyos bajo el régimen sirio. No obstante, hacen muy buenas negocios y gozan de una situación estable.
Y nada, visto lo visto, tras los múltiples intentos frustrados, decidimos ir a lo único que seguro no fallaba: tomarnos unas cervezas artesanales en una fábrica local de gran renombre en el pueblo de Qatzir. Primero, unos pequeños vasos para probar las cuatro variedades. Luego, unas largas pintas con las que más nos gustaron. Como podéis imaginar, la ligereza estomacal no era el rasgo que nos definía. Y aun quedaba volver a casa de Clarita que suele cebarte bien, como así ha sido definitivamente. Mal no lo pasamos, vamos.
Mañana toca madrugar a las cinco, que a las 9 tenemos que plantarnos en Tel Aviv para devolver el coche. Así que con esto y un bizcocho (o un plato de humus), hasta mañana a las ocho. Diblastos!
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