Ofer Laszewicki
Durante nuestro paseo de ayer nos encontramos esta mujer arabe |
Poco después de las cinco y media, una hora menos la península, el despertador ya estaba sonando. Hoy tocaba madrugar como los mejores, ya que teníamos un gran plan por delante. Un café negro, mochilas al maletero, Bob Dylan y “on the road”. Todo bien, hasta que empezamos a bajar por la ruta 70 y regalo: atasco mañanero. “Que poca fortuna”, nos repetíamos, aunque preferimos tomárnoslo con humor. El motivo del temprano despertar era que a las siete y media habíamos quedado en Mishmar Ha’Hemek para reencontrarnos con Lydia Aissenberg, periodista freelance y educadora social del Campus por la Paz Givat Ha’viva.
Lydia Aissenberg con un periodico palestino de 1948 |
La verdad, hemos tenido una gran suerte de conocer a Lydia. Es una mujer persistente, vocacional, paciente y entregada por su oficio: luchar por la integración y la reconciliación entre las comunidades judía y árabe del norte y explicar gustosamente a periodistas, activistas, profesores y estudiantes extranjeros su tan preciada labor. Y no os creáis que es sencillo, ni mucho menos. Pese a que en ciertos ámbitos sociales coinciden –como algunos trabajos o en universidades- cada uno vive en sus pueblos, con sus costumbres, sus círculos familiares y su modo de vida. Viven a pocos metros, codo con codo, pero la interacción es prácticamente nula. En la mayoría de casos, existe un gran prejuicio hacia el otro: en general, los judíos israelíes no suelen ver con buenos ojos a la población árabe porqué simpatiza en muchos casos con la causa palestina; los árabes israelíes –que se consideran “palestinos con ciudadanía israelí”- reniegan del Estado de Israel porqué no se sienten identificados con sus símbolos nacionales y, según alegan, existe cierto “racismo” hacia ellos ya que son tratados como ciudadanos “de segunda”, ya que pese a que sobre el papel gozan de los mismos derechos, tienen ciertas trabas para lograr permisos de obra o acceder a algunos trabajos. Aún así, muchos disponen de buenos caserones, lujosos vehículos y una muy buena situación financiera. Vaya, que hay matices para todos los gustos.
En este complicado panorama es donde trabaja el Campus por la Paz Givat Ha’viva. Básicamente, se trata de un lugar en el que se llevan a cabo múltiples proyectos –audiovisuales, artísticos, literarios o incluso culinarios- que sirven para acercar por primera vez a árabes y judíos, conocerse de primera mano y borrar de sus mentes todos los prejuicios previamente establecidos. Algo que, muchas veces, cuesta una barbaridad. No os podéis imaginar la de situaciones difíciles que han tenido que pasar. No me enrollaré mucho porqué escribiré un detallado reportaje sobre todo esto.
Ofer desquiciado en la caravana... |
Yo saltando el rio, Ofer cuando quiere tambien sabe hacer buenas fotos. |
Ofer posturitas |
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