Ayer fue un día de sensaciones muy dispares. Tras tomarnos un potente desayuno y un rico café en un bar cerca de la puerta de Jaffa, nos dirigimos a coronar el Monte de los Olivos, otro de los enclaves repletos de mitología religiosa y desde el cual se puede apreciar una fascinante panorámica de la ciudad antigua de Jerusalén.
Cansados por el esfuerzo pero satisfechos por el resultado, fuimos a por nuestra siguiente meta: el museo en recuerdo de las víctimas del Holocausto Nazi. Ubicado a las afueras de la ciudad, en el lomo del monte Herzel, “Yad Vashem” supone una pieza imprescindible en el imaginario colectivo del país. La ubicación, la estructura y el recorrido están perfectamente planeados, nada es en vano. Ya en los primeros minutos de visita, el corazón se te encoge y te das cuenta que no estás en un museo cualquiera.
Repleto de abundante documentación, testimonios directos de supervivientes de la tragedia, objetos y escritos rescatados al final de la guerra y detalladas explicaciones sobre todo el proceso que culminó el gran objetivo del nacionalsocialismo, el serpenteante camino te hace introducirte de lleno en los hechos, que en ocasiones parecen más un relato de ciencia ficción que una realidad humana.
Más allá de todos los datos históricos que el gran público ya conoce, dos conceptos se me quedaron grabados: el primero, que la locura colectiva en que se convirtió el antisemitismo ideado por los nazis tuvo un fuerte arraigo en casi toda Europa. Es obvio que los alemanes fueron los ejecutores del genocidio, pero muchos países, líderes políticos y milicianos del resto del continente participaron directa o indirectamente en la masacre. Ver todo ello detallado con nombres y números es escalofriante. El segundo, que los nazis lograron materializar el objetivo de deshumanizar a los judíos en los campos de exterminio, privándoles de su nombre, su identidad y su nacionalidad. Tal como relata a la perfección Primo Levi en su célebre “Si esto es un hombre”, las víctimas de la barbarie dejaron de sentir como seres humanos.
Tras la dura experiencia, sales del museo y se abre una increíble vista de las montañas de Jerusalén, metáfora que explica que tras todo lo sucedido finalmente los judíos lograron consolidar un estado propio.
Para aliviar un poco el alma, decidimos volver al hostel, prepararnos una nutritiva cena y salir a ver el partido del Barça a un bar en el centro de la ciudad. Fue, sin duda, un día difícil. Diblastos.
Me alegro mucho de que esté siendo tan fructífero. Las fotos son impresionantes.
ResponderEliminarOliver, ¿llegaste a hacer Hª Contemporánea I? ¿Sabes algo de los juicios en Israel de los nazis? Me pareció muy interesante el debate que surgió a raíz de eso y el testimonio de Hannah Arendt.
Ei María!
EliminarLa verdad es que el documental sobre el juicio de Eichmann, titulado "El especialista", es muy interesante. El modus operandi de la mossad para traerle desde sudamérica hasta Israel para juzgarle también es algo muy curioso. Aún asi, creo que el libro de Arendt es un tostón...
Que tal la revista?