miércoles, 29 de febrero de 2012

Día 31: El Chevrolet resiste la tormenta

Ofer Laszewicki

Madre mía la que está cayendo por estas tierras amigos y amigas. Ya ayer nos advirtieron que el tiempo estaría revuelto, pero no imaginamos que llegaría a tanto. Rachas de viento fortísimas, lluvia a raudales e, incluso durante momentos, granizo por doquier. Aún así, el comando masnovita se mantuvo firme con sus propósitos y, a pesar de las adversidades, logró cumplir con sus objetivos previamente marcados.

A punto de salir volando...!
El motivo de nuestra travesía era mantener una entrevista con Muki Tsur, exsecretario del movimiento kibutziano y reconocido historiador y educador sobre la materia. La verdad, todo el mundo nos había hablado maravillas sobre él y nuestras expectativas se cumplieron. Tras cerca de hora y media de recorrido cruzando el ancho del “Galil” (nombre de la región montañosa) hasta el lago de Tiberias –otro de los múltiples lugares santos del cristianismo donde Cristo perdió su zapatilla o yo que sé-, nos encontramos con el citado personaje en el kibbutz Ginnosar, a orillas del mítico lago.

El resultado fue estupendo: tuvimos una charla donde nos explicó con muy curiosos ejemplos el pasado, presente y futuro de un movimiento muy idealista que, pese a las dificultades que ha afrontado a lo largo de su historia, hoy en día sigue vivo cien años más tarde. De echo, hoy era el aniversario del museo Yigal Allon –reconocido miembro del kibbutz y general de la mítica unidad Palmach-, por lo que el lugar se hallaba repleto de grupos de jóvenes procedentes de diversos puntos del territorio manteniendo fervientes debates sobre temas cruciales del país. Muki Tsur mantiene gran conexión con estos grupos, que forman las nuevas generaciones de “kibutzniks” con la pretensión de expandir sus tesis al resto del país.

Vacas del kibbutz Ginnosar
Tras visitar brevemente el museo y despedirnos de Muki, dimos una vuelta por el sitio, acercándonos a una plataforma que se adentraba en el mar. Por poco, el viento nos acaba tirando a su interior, así que huimos del lugar. Luego, fuimos en busca de imágenes de personas trabajando, y Oliver tuvo fortuna. Logró conocer a un tipo que le adentró a las granjas, donde pudo tomar buenas fotos para ilustrar nuestro futuro reportaje. Veremos que da de si todo ello.
Y nada, para culminar la tarea, como no, tocaba algo bueno de comer. Y ya sabéis lo que significa: una buena ración de humus. Nos dirigimos al nórdico pueblo de Rosh Pina, donde hay un puesto al lado de la comisaría que es puro amor. Humus con habas, huevo duro, aceite de oliva, pimentón rojo, perejil...ufff. De los mejores, y mira que hemos comido muchos eh. Como el oxígeno apenas regaba nuestro cerebro, tuvimos que ir directos al coche a siestear un poco, porqué entre el diluvio y la intensa digestión poco más podíamos hacer.



A la tarde tomamos dirección a Karmiel, a casa de familiares míos. Nos han recibido de lujo, nos hemos puesto de comida hasta las cejas y estamos en un estado de relax genial. Dicen que mañana va a nevar, así que en lugar de visitar la zona tal vez pillamos los guantes y nos liamos a una intifada de bolas de nieve entre Oli y yo. Veremos quien sale mejor parado. Yala Yala, go to sleep! Diblastos.

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