Ayer fue, probablemente, uno de los peores días de nuestra estancia en Israel. Dejamos Jerusalén por la mañana sin saber muy bien que hacer. La opción que barajamos, ir a un Kibbutz cerca de Beer Sheva –ya en el desierto del Negev-, nos falló porqué la familia que nos acogía tenía otros planes y no les iba del todo bien. Así que la alternativa era volver a Tel Aviv, que de hecho es el lugar más interesante en el que podemos estar.
De entrada, fuimos directos al hostal dónde estuvimos anteriormente, en el distrito de Florentine, pero el aforo estaba completo. Fuck. “Que hacemos ahora”?, nos lamentábamos. Por suerte, el tipo era majo y nos dejó entrar para conectarnos y buscar alternativas para pasar la noche. Finalmente, la opción que encontramos fue casi mejor: el hostal Gordon Inn, ubicado en pleno centro de la ciudad, a dos minutos de la playa y en la zona de más movimiento, tanto de día como de noche. Pese a que pagamos algo más –90 shekels la noche, unos 20 euros-, los servicios son mucho mejores: está limpio, es grande, te dan un desayuno tremendo, las duchas están calientes (parece una obviedad, pero en Jerusalén solo tuve agua caliente un día), tenemos un billar, café gratis y buena compañía.
De entrada, fuimos directos al hostal dónde estuvimos anteriormente, en el distrito de Florentine, pero el aforo estaba completo. Fuck. “Que hacemos ahora”?, nos lamentábamos. Por suerte, el tipo era majo y nos dejó entrar para conectarnos y buscar alternativas para pasar la noche. Finalmente, la opción que encontramos fue casi mejor: el hostal Gordon Inn, ubicado en pleno centro de la ciudad, a dos minutos de la playa y en la zona de más movimiento, tanto de día como de noche. Pese a que pagamos algo más –90 shekels la noche, unos 20 euros-, los servicios son mucho mejores: está limpio, es grande, te dan un desayuno tremendo, las duchas están calientes (parece una obviedad, pero en Jerusalén solo tuve agua caliente un día), tenemos un billar, café gratis y buena compañía.
Al mediodía, la mejor amiga de mi madre, Liora, nos invitó a comer con su marido Yosi y su hijo Amit en un restaurante en Yaffo, al sur de la ciudad, dónde disfrutamos de un buen manjar y compartimos con ellos un buen rato, que a la vez nos sirvió para tranquilizarnos un poco.
Tras descansar un rato, decidimos culminar bien la jornada. Nos juntamos con un brasileño del hostal, Miguel, y un argentino que conocimos en Jerusalén, Sebastián, y nos fuimos a ver que ofrecía la noche. Al final, acabamos en un Pub muy acogedor en la calle Ha Ayarkon: sonaban The Doors, servían buen whisky, la camarera era de lo más maja y nos quedamos encantados. El tipo brasileño es de esos personajes imposible de olvidar, curtido en mil viajes y mil batallas.
Hoy por la mañana, afrontando la leve resaca de la noche anterior, decidimos intentar hacer algo de provecho. Por la mañana, Oliver estuvo retocando las imágenes del fotorreportaje de Jerusalén, que a mi juicio son muy resultonas, y mandamos un par de correos para ver si podemos avanzar por algún frente. La verdad, venir aquí sin trabajar para nadie y sin tener apenas contactos es muy complicado, pero no tiramos la toalla. El lunes tenemos cita con la Federación de Prensa de Israel, así que tal vez nos sirve para tirar un poco del hilo.
Tras descansar un rato, decidimos culminar bien la jornada. Nos juntamos con un brasileño del hostal, Miguel, y un argentino que conocimos en Jerusalén, Sebastián, y nos fuimos a ver que ofrecía la noche. Al final, acabamos en un Pub muy acogedor en la calle Ha Ayarkon: sonaban The Doors, servían buen whisky, la camarera era de lo más maja y nos quedamos encantados. El tipo brasileño es de esos personajes imposible de olvidar, curtido en mil viajes y mil batallas.
Hoy por la mañana, afrontando la leve resaca de la noche anterior, decidimos intentar hacer algo de provecho. Por la mañana, Oliver estuvo retocando las imágenes del fotorreportaje de Jerusalén, que a mi juicio son muy resultonas, y mandamos un par de correos para ver si podemos avanzar por algún frente. La verdad, venir aquí sin trabajar para nadie y sin tener apenas contactos es muy complicado, pero no tiramos la toalla. El lunes tenemos cita con la Federación de Prensa de Israel, así que tal vez nos sirve para tirar un poco del hilo.
Sobre las 12, y bajo un sol radiante, nos fuimos un poco de paseo por el centro. Hoy era Shabath –día de descanso- y el ambiente era de lo más relajado: familias paseando, gente sentada en los parques y los cafés a rebosar. La temperatura, cercana a los 20 grados, también era optima para estar tan a gusto.
Por la tarde, a las cuatro, habíamos quedado con uno de los supuestos responsables del local que sirve de refugio para los inmigrantes sudaneses de la calle Levinsky. No obstante, pese a que teníamos muchas esperanzas en lograr el permiso para que nos dejaran fotografiar el lugar, fue imposible. Su nefasto inglés, la poca coordinación y la ausencia de Ahmed, el tipo con el que habíamos quedado, no nos facilitó la tarea. A pesar de todo, nos dimos una buena vuelta por el barrio, donde pudimos comprobar de nuevo las precarias condiciones de vida de los que ahí residen.
Justo a esa hora, un grupo de voluntarios de un grupo llamado “King David” vinieron a amenizar la tarde con espectáculos teatrales, danzas, canciones y sonrisas. La verdad, una tarea muy importante. Tras ello, repartieron algo de comida entre los asistentes y siguieron dándole a las guitarras y las palmas.
Ahora nos encontramos en el hostal nuevamente, con una cerveza en mano, negociando con los compañeros que hacer esta noche. Veremos en que depara todo. Paro que ya estoy escribiendo una nueva biblia...Diblastos!
Ahora nos encontramos en el hostal nuevamente, con una cerveza en mano, negociando con los compañeros que hacer esta noche. Veremos en que depara todo. Paro que ya estoy escribiendo una nueva biblia...Diblastos!
Una de las pocas imágenes que hemos conseguido dentro del local de sudaneses. |
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